Manifiesto, es decir, digo


1- La amplia mayoría de la población no está compuesta de escritores. Probablemente ni vos ni yo lo somos. En todo caso, que a alguien lo llamen escritor (o poeta) es un hecho que depende de otras personas. Si no, voy y digo que soy escritor (o poeta) y me pongo a desprestigiar a los que sí lo son sueltito de cuerpo. A los médicos verdaderos los hacen los pacientes y el tiempo y, como en definitivamente se trata de flujos de alma, lo mismo se aplica para los que vengo nombrando.
2- Los grandes, y cuando digo grandes me acuerdo de pocos, porque de tan grandes caben poquitos, no han ido a talleres literarios. Los buenos, que ya son algunos más, tampoco. De los medianos ya podemos encontrar más que hayan hecho eso. En cuanto al resto, podrían dar interesantes testimonios para documentales o formar parte de censos oficiales de escritores (o poetas).
3- Por cierto, tanto da la narrativa como la dramaturgia o la “poesía”. En definitiva, se trata de hacer cosas con palabras. En este momento recuerdo a un amigo que suele calificar de “mariconadas” a lo que escriben los “poetas” y sin embargo es muy dado a la emoción poética en otros envases. Yo le anoté que tenía razón en cuanto a los ejemplos que citaba, porque en efecto se trataba de unas mierdas anodinas de esas que, como diría mi padre, son como bosta de oveja: “ni jiede ni tiene olor”. Y esa cosa punzante e innombrable está por todos lados, incluso en los poemas (hasta en autores nacionales, fijate).
4- En determinado momento, a alguno se le ocurrió romper con los versos medidos. Y estuvo bien. El tema es que, atrás de las supuestas libertades, se amparó una horda de incapaces que dicen escribir “versos libres” como parte de una decisión y es porque no pueden hacer otra cosa. Ya quisieran hacer las de Gustavo Adolfo. Digámoslo: hay que conocer la herramienta, afilarla, desafilarla, hacer puntería, mearle encima, divertirse, olvidarla, retomarla. El que nunca escribió un endecasílabo es como un mecánico que arregla autos que nunca se rompen. (Di por descontado el dominio de la ortografía y la puntuación.)
5- Escuelas, cenáculos, ideologías, corrientes, círculos de amigos, premios literarios. Algunos de los noventa y nueve nombres de la diosa de la ilusión, que no pudo con Buda y se lleva toneladas de giles. A quien, por cierto, miro como si fuera una hermosa gaúcha invitándome a una jineteada (en pelo).
6- La tristeza, el desconsuelo, el color gris, el abandono, la podredumbre. Déjense de joder. Esos son sentimientos humanos como todos los otros: alegría, excitación, embriaguez, paz, triunfo, compasión. Es que, por alguna razón que desconozco, la población de este hermoso territorio no se adapta al clima y vive quejándose del frío y el calor. Acéptenlo, tenemos estaciones y por suerte moriremos. Culpas disimuladas tal vez. El tema es escribir bien y punto, eso vale para el dolor más desgarrador y para la alegría más desbordante.
7- Sí, claro, has leído. Te llegó lo que leíste. Quisiste escribir como una u otro. Copiaste durante un tiempo. Pero pensaste, reflexionaste, leíste a otros. Y decidiste que sólo podías ser vos mismo, que no hay otra posibilidad. La cosa es que vos estés bien amueblado y no lleno de muebles brasileros de catálogo, mal armados por tu cuñado y llenos de lugares comunes.
8- Metapoesía, metaliteratura. El lenguaje hablando del lenguaje, una llave de tuercas ajustándose a sí misma. El texto que se mira a sí mismo como un espejo, generalmente grisecito, chino. Síntoma de decadencia, como cuando nos pasamos encerrados en el cuarto sufriendo porque no vemos el sol. Abrí la ventana, hacé algo. Aplicado a la literatura, veo dos posibilidades, por cierto solidarias. Una es escribir para. Para levantar minas, para oponerte a algo, para ganarte el pan (dejo afuera las “ideologías” porque se supone que los escritores no son giles y tienen sus propias ideas). Otra es escribir sobre o de. Sobre el amor, sobre la guerra, sobre los embotellamientos, sobre las ramas de los plátanos en las veredas, que tienen esas manchas de leopardo y garras para los ojos. Ya que estamos, tratá de que lo que escribiste lo entienda alguien que no sea de tu círculo de aduladores parecidos a vos. (Me mandé una de tallerista, condename).
9- Los epígonos. Ergo: los seguidores, los partidarios, los encandilados. Hay autores que los generan. Supongo que me estoy repitiendo. Ya hablé de los talleres. Es que son un lote y andan muchos currando y haciendo lo contrario de Julio César. Se dice que el famoso emperador no quería empedarse con el ego y tenía un tipo constantemente al lado diciéndole que era feo y pelado. Esta gente que genera cortes de admiradores es porque no se admira a sí misma. Yo me amo (antes de que lo supongan) y quererme como me quiero implica conocer lo que puedo y lo que no. Las veces en que no me amo les mando poemas por msn a algunos amigos indulgentes. Y a veces las otras veces también.
10- Bueno, justito diez, juro que no me proponía que fueran tales. Odio los decálogos. ¿Verdad que suena artificial? O, por lo menos, demasiado ceñido al sistema métrico decimal. Bueno, capaz que es porque generalmente tenemos diez dedos en las manos. Todo eso fue introducción, antes de la conclusión de estos bostazos tibios lanzados al techo y con viento en contra. Porque lo que quería decirte en realidad es que si te enojaste o te indignaste es porque sos incapaz, así que para qué mantener un diálogo, si yo soy así de desconsiderado y vos así de autocrítico/a. Si sentiste que todo el tiempo yo ponía en palabras lo que vos pensás, significa que estamos jodidos los dos. Si querés saber quién mierda soy y se te antoja leer lo que he escrito y encima te gusta, me alegraré pero sin creérmela hasta que algún rey europeo me endilgue un premio polenta. Si esto no te importa porque lo ves como uno más de tantos decálogos, recetarios o manifiestos probablemente no llegaste hasta acá porque seguramente estás pensando el argumento de una novela o escribiendo un soneto peliagudo. Vos, que no estás leyendo esto, sos escritor y te valoro como tal.
Fernández de Palleja

4 comentarios:

Paula Einöder dijo...

éste...de Palleja, me parece que el link que pegó en "te gusta" no es suyo o sí? mmm
y encima, no puso su blog principal, o sí? mmm
(Al son de los debates, al son de los debates...versionando a La Marsellesa, ejem)

Jhonny dijo...

Pará, me lo encajaste en el MSN y por eso lo estoy leyendo, qué forma más rastrera de infravalorarme. Sabés que estoy de acuerdo en mucho de lo expuesto arriba, salvo en que escribas plátano, banana. Quedó muy clara la exposición y te lo agradezco, estos temas dan para el onanismo verbal y usted no cayó en eso. Al menos en este texto. Para terminar de ponernos hijos de una mala flor, digamos que podés agregar a los que no yendo a talleres literarios, encerrados con su arte que creen superior, dentro de su ostracismo se pudren de tibieza y desvarío, con la soledad a babuchas como incomprendidos soles en descomposición, y todavía tienen esperanzas porque no escriben mal. Lamento las desapariciones, tenemos que juntarnos como Luzbel manda. Abrazo.

PD: By the way, sabelo que nuestro taller fue y será la vida bien gastada, de una, eh.

Paula Einöder dijo...

hola, podés poner tu comentario en poesia paulatina del fb? beso

Anónimo dijo...

Lo de los talleres quiero creer que es relativo. Pienso además que si alguien va a un taller para sentirse elogiado, genio literario, persona con potencial etc está perdiendo el tiempo, una Ginebra puede hacerte sentir eso por un rato ( aunque bien adentro uno sepa que no es cierto) y no se pierde tiempo haciendo sociales generando vínculos basados en la admiración, en el orgullo y en la adulación vacía.

Abrazo.

Augusto.