Revista Ricardo Reis se despide...
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pasadizo y bajo tierra están sin otra misión — aquellas flechas no vagan por el aire con su temblor de segura muerte — quietas ahora sobre la tierra que es el arriba o de pie en las paredes arrinconadas de los pasadizos — esperan al amo — quien blandiendo su espina suelte toda la furia — no me crean — todo esto es una vulgar mentira — los aires no hay aquí para nadie — en otro momento quizás — pero no ahora — cavernoso este sitio se las ingenia para aplastar toda intención de furia — yacen en racimos — las manos fláccidas a un lado y otro del cuerpo — no tiemblan ni se tensan — se dejan estar en una blandura malsana y opiácea — las voces de los primeros tiempos continúan rebotando sin fuerza en los corredores — hay barro y roedores que acaban de ser descubiertos — válgame dios si éste no es el infierno — alejada toda voluntad de crucifixión — invadidos los cuerpos por costras vivas que les dan sin paradoja alguna una capacidad de acción que jamás soñaron
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escarban en la tierra helada — una potencia que desconocen mueve sus brazos — animales sin linaje buscando la salvación más abajo — las miradas incrustadas en la nada oscura que les presenta su propia acción salvaje — hienden — bajo la piel del rostro no se percibe alma ninguna — el cristal de sus ojos es impermeable a todo gesto — cada tanto alguno lleva a la boca un puñado de tierra — la sal y el agua que esconde esa masa que separan para llegar al fondo es una atracción prácticamente irresistible — van transformándose a medida que se entierran en los huecos que abren — enfrentarse a la oscuridad es un desafío más leve que lo real de esa luz mezquina que abandonan — luz al fin — sierpes — perderse es encontrarse en esta ciénaga cubierta de nieve a veces — de vegetación informe — el lodazal es la puerta de entrada — y sus corazones vibran ante la latente posibilidad de alejarse para siempre de lo más temido — una superficie hostil — una cavernosa posibilidad de encontrar el fuego — deberán atravesar ríos de corrientes más feroces que un hambriento enjambre de agujas de hielo
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qué clases de engendros irán a su encuentro —
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sueltan las esporas de los hongos — único alimento — en sus propios cuerpos costrosos de oscuridad nacen y es la noche
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sólo los guardianes que en las bocas de entrada han quedado — los hombres y mujeres más feroces — sólo ellos se permiten la mezquina luz de la superficie — están armados con maquinarias habladoras — convincentes — ni musarañas — ni ratones — ni ratas — ni castores — ni marmotas — ni topos — ni liebres — ni conejos — ni comadrejas: mykuré kuéra — ningún roedor debe pasar las máquinas — sus cuerpos son molidos y consumidos por la voracidad de los guardias — los vagabundos del infierno de la luz mueren cerca de las bocas de entrada — sus miradas perplejas ante la imposibilidad — vencidos de antemano
(fragmentos del libro inédito Del infierno y los roedores)
Jorge Montesino
“the air blows desolate” 28
el aire destemplado del amanecer ---mece con
suavidad las ramas de un tala guacho -----vibra
quizás en sus largas espinas /------orea el rocío
de la mañana
este aire ---que se repite en las madrugadas----y
nos tiene acostumbrados ----es el mismo----que
así dicen algunos ----agitó durante
de Londres ----el espeso humo de los incendios
es el que remueve---los papeles que los turistas
arrojan /--en los carcomidos restos del Partenón
es el aire, --quién lo duda ----que consumirá /-sí
las ruinas de todo imperio
ese aire hoy, sopla
abatido------------/no logra establecer su música
en la desolada geografía de la ruta 40
a javier adúriz
“en la noche ruidos imperceptibles” 29
tensos de voces -los alambres telefónicos ---qué transmiten
amores y perdones de mujer ------las quejas y los lamentos
de los viajantes de comercio y su lejana clientela
aquí en este descampado de la meseta patagónica -la noche
confunde los sentidos -las estrellas ----expanden con mayor
energía la luminosidad de sus círculos
en esa misma noche –y --bajo un cielo -que se aplana hacia
el horizonte -los grandes telescopios --y sus poderosos ojos
electrónicos --penetran la distancia --------captan imágenes
reveladoras fotografías -de la luz -vulnerando -el compacto
éter -del campo de las tinieblas
----que flotan en un gélido espacio
estelar -trasladando sus partículas -------a través de un mar
embravecido de ondas recíprocas /expansivas/-----sonidos
crujientes ------------que la palabra imaginará
a osvaldo picardo
“desierto esplendor” 30
esta playa libre de turistas-carpas-sombrillas--huellas humanas
o desperdicios -es un buen sitio -para mirar el sol -que desde el
Oriente -extiende sobre el mar planchado -un brillo que avanza
sobre el continente -pálida luz que arderá furiosa --en la llanura
interminable -que nos aguarda
“overcast sky” 31
esta mañana en el cielo -que muchos imaginan aquí -más cercano
que en otros puntos geográficos -no se ve el sol ---sólo nubes que
flotan hacia la línea del horizonte
estirándose -----como un mantel escarchado de almidón --sobre el
rectángulo plano de una mesa --------convenciendo ----------al ojo
de la tangibilidad de esa confusa perspectiva
aquello -que a lo lejos--- se parece a la bruma ---que se forma
en las mañanas tranquilas sobre la superficie del mar -no lo es
mucho menos -la neblina --de una mañana otoñal --que el sol
tibio aún --- no ha disuelto
es cosa distinta -dicen los lugareños --es el trabajo del viento
del viento que ----- en la madrugada ------baja de la cordillera
arrastrándose en la planicie
de -ese viento cambiante –irreconocible a veces ------------que
con sus remolinos cruzados -sostiene --al alcance de la vista
en esa franja - o segmento -de la atmósfera ----el fino polvillo
rocoso -----------que en suave –paciente ----constante frotación
ha desprendido de las altas cumbres --------y que ahora mezcla
con la ceniza volcánica --la tierra en vuelo
Esteban Moore
“a terrible beauty is born” 24
la luz que creció sobre el mar –desaparecerá del
otro lado de las montañas --abandonándote --en
la progresiva oscuridad-- en compañía de ruidos
que construyen bajo el cielo –ecos murmurantes
que podrán confundirse con el ronroneo -de un
trozo de celofán –que adherido -a un cardo seco
invade la escena con sus chasquidos
“catch the roar of eternity” 25
en la indescriptible chatura de estas tierras –una ruta de
brillante asfalto / recta ---hasta la desesperación /será el
terreno ideal - para los grandes camiones –que al ritmo
de sus motores constantes / rolan sus neumáticos --/ que
en interminable giro se consumen –al compás triturador
de una trepidación –que se desplaza –precisa –lejana
“shadows in glass” 26
las sombras de la luz -se detienen un instante ---sobre
los trozos de cristal -/ los restos de lo que fue un vaso
o el culo -de esa botella rota -/consintiendo que tu ojo
presienta -la variedad de formas / que los p-e------da
z-o-s de vidrio representan
“tic de la conciencia en el infinito” 27
plegados en sus combas / -los remolinos de viento
envuelven la materia ---polvo---arena---pasto seco
cosas que rotan -ante tu sorpresa, en las alturas del
suspendido vacío / sacuden las torres,---cortan los
cables de alta tensión /estallan su vórtice -luego se
contraen en sí mismos -ascienden -desaparecen en
el azul del cielo transparente -dejando a su paso el
aspirado rumor de la burbuja --aquel que provocan
las piedras -cuando -la profundidad del agua ---las
absorbe
Richard Reyes.
En esa sociedad de lo que para nosotros es el futuro, la lengua se ha dejado de lado a favor de la mucho más inequívoca telepatía. Casi sobra decir que la mentira se ha visto imposibilitada. Los peores delitos, de esos que auguran encierro forzoso, son los de consciencia, entre los que se cuentan “pensamientos rudos” (unpolite thoughts, en el inglés original, que es la única lengua que permite tales monstruos puritanos), “intentos venéreos indebidos” o “intentos simiescos”. (Debo aclarar que las denominaciones citadas entre comillas son intentos de traducción de Peter Rock, que me ha facilitado el acceso). Parece el argumento de cierta película en la que actúa Tomás Cruz: se trata allí de una sociedad en la que la policía puede prever los crímenes y, actuando en consecuencia, pone presos en vida vegetativa a los potenciales agresores; Tomás Cruz, héroe atribulado, se ve acusado de un futuro crimen y huye para demostrar su inocencia, lo cual logra con la consiguiente caída del corrupto que ganaba plata con el sistema de adivinación. Ahora bien, esta película sería imposible en la sociedad futura porque las intenciones del corrupto encontrarían la censura en su fase más larvaria. Lo que no hay es privacidad. Sin embargo, hay artistas. No pueden lograr que su obra quede registrada y se proyecte al futuro porque no hay escritura. Su arte consiste, a falta de ocultamiento alguno, en crearse permanentemente a sí mismos, en ser una asamblea de voces disímiles que llegan a dialogar entre sí. Sí, lo que sospechaban sucede: generan desconfianza. Uno de ellos, según mentas el más grande y atormentado, es uno que logra traducir sus obras, que son noventa y nueve artistas creados, hacia el pasado. Es decir, a este ahora que se escurre y revela que sólo existe lo que ya existió. De esa manera, elude (¿eludió?, ¿eludirá?) los censores que venden calmantes. O, al menos, es lo que ha traducido de un idioma inglés inexistente Peter Rock que, todos lo sabemos, vive en otro planeta.
Fernández de Palleja
ARABIMIA TIERRA TERRACOTA
(un texto inicial sin barcos ni bicicletas)
ahora viene de cuerpo entero / una rampa para saltar al vacío donde el cuerpo se vuelca y no termina de caer nunca un choque de frente / desmesurado perro que va contra la pared y se da de bruces sin aminorar la marcha ni evitar el impacto que es de piedras blancas y se ejercita y se convierte en dientes hocicos y trompas en el suspenso de la luz / y los deseos de la fruta en las manos vacías / y los deseos de la fruta en las manos llenas / y los cinco dedos de tu mano que aprietan el viento y me lo traen hasta el plato en el que como
un lobo solo
un lobo solo que ruge
un lobo solo que ruge y descansa
es de agua la noche entera y los pájaros salen de los úteros del sueño, innumerable el vuelo / son nuestros también esos cuerpos y en las columnas, sobre los reflectores, todas las gaviotas son la misma figura desprendida con las mismas tijeras y una ola cubre la isla que tenemos frente a nuestros ojos
los cinco dedos de tu mano me traen el aire apretado y lo sueltan en mi boca / planear es nuestro / planear es de la piedra y del cuerpo del agua / planear debajo de la piedra / planear en situación de instrumento en tanto música y los bosques como elementos en ebullición de una tabla desconocida en la que escribimos la historia con un pedazo de madera liso y afilado
(fragmento del “poema-libro” homónimo, inédito, 2009)
Jorge Montesino
Lírica del catarro
tosen
amarillos pájaros
se entrechocan torpes
tosen
agitan las aguas
Metódico
arranca las flores
de la vigilia
sólo para ver las raíces del sueño
arranca los tapones a todos los ríos
y con los cauces ya semivacíos
Sin título
Salgo del apartamento. La puerta se cierra y voy camino al ascensor. Llamo pero parece estar trancado en uno de los pisos de abajo. No tengo mucha paciencia por lo que inmediatamente estoy en la vereda; en los ascensores nunca se me ocurre nada interesante o lo que se me ocurre ya se le ocurrió antes a otros.
Todos los soles del año se juntaron en mi cuadra y detesto el sol. Casi no veo. Salgo caminando tras mi sombra como único recurso para no perderme. Me paro en el quiosco de la esquina a leer los titulares de los diarios. Nada me aburre más que la realidad.
Sigo tras mi sombra hasta el próximo quiosco a comprar un paquete de pastillas de menta y de paso compro un cuaderno de hojas lisas. Sigo andando y leo las noticias en mi cuaderno, siempre mejores que la de los diarios. Me distraigo en la entrevista a un escritor que admiro, Miguel de Cervantes, y me paso de la casa de Verónica. Por suerte mi ciudad, al menos hacia este lado, termina a pocas cuadras de su jardín. La entrevista se me desintegra al darme contra el muro de mi desconocimiento. Más allá sólo puede existir la realidad, siempre incomprensible.
Vuelvo. Reacomodo las letras sobre mi diario pero no lo hago bien. Cervantes habla del último partido clásico y ya no entiendo. Por suerte en este momento instalan un tacho de basura en la esquina y ahí van a parar estos papeles que ya se estaban pareciendo demasiado al mundo.
***
Ella me espera sentada en el muro de su casa. Juega con su gata negra. Llego, me besa. Como en un tic nervioso me muestra una teta y sigue el saludo, como si nada. De la gata ni rastros, la vi cuando estaba a unos veinte metros pero cuando estuve cerca ya no existía; parecía no haber existido nunca. Me toma de la mano y salimos a caminar. Su vestido flota en el viento. Flotamos en el viento. Descendemos hasta una heladería, pedimos dos cervezas y nos vamos. Nunca pagamos. Despegamos.
Empinamos las botellas que nunca terminan de vaciarse. Ella me cuenta sus peripecias laborales que llegan a mi cerebro como analices de obras de teatro, literatura, música. Nunca logré mejor comunicación con nadie más. Cuándo habla del futuro de la pareja me hace mucho bien; la veo feliz con un señor alto y bien vestido que vuelve a casa en un auto veloz, cargado de regalos para los niños.
Seguimos andando, siempre tras la sombra. Su mejor amiga ya no lo es. Ella le confesó haber soñado conmigo. Pero era un sueño borroso, falto de detalles. Despejé las nieblas de la historia y ella decidió perdonar a su amiga. No puede estar enojada con alguien que me haya hecho pasar tan bien.
***
Una gaviota nos reclama junto al mar. Allí vamos. Ella se sienta con la espalda apoyada al muro de la rambla y yo con mi cabeza apoyada en su regazo. Cierro los ojos, no tengo ganas de verle la cara. Pienso en su amiga. Ella habla de la belleza del mar, de la energía, cargas, descargas, pequeño, inmenso, Dios, paz, furia, naturaleza; y me suelta el humo de tabaco en la cara y me arranca de los brazos de su amiga y vuelvo y ya quiero irme.
El lugar ideal, la novia casi ideal: una santa que fuma tabaco Cerrito. Puedo verla en su pedestal ciudadano: su monumento en medio del cemento; su imagen sentada en el suelo, piernas cruzadas, el morral en el piso, el pucho en la boca. La heroína de una generación, de una tribu. Pero me suelta el humo de su tabaco en la cara y me arranca y ya quiero irme.
El humo es demasiado real para mí. Si tuviera que representar el mundo actual con una imagen sería humo. Humo de tabaco. Humo que sale desde el interior de las personas. Sólo humo.
***
Me fui. Sin despedirme me fui. Me subí a una de sus volutas de humo y me fui. Si, de una sola partida me fui tres veces. Hoy es viernes y ya sabe que no me verá hasta el lunes.
***
Los viajes en las volutas de humo duran poco rato, no son muy consistentes; al menos las de su humo, hay otras que duran más. Se desarma y me desarmo contra el suelo. Si no fuera por el pasto habría sido peor. Me gusta el lugar donde caí. Pasto, un buen árbol donde apoyar la espalda y una ciudad por leer.
***
Un auto corre lengua afuera tras el perro del cartel de la recompensa de la columna de la otra cuadra. Perro idiota se asusta en la esquina y se frena y desaparece bajo la rueda derecha del perseguidor; sin grito, sin aullido.
Del caño de escape del auto salen cientos de mariposas de un solo color. Como una maravillosa nube azul vienen y van. Mariposas recién nacidas necesitan algo de realidad, una flor cualquiera, vienen y van. Se elevan. Se resignan. No hay flores. Desaparecen en el mantel de una vieja que salió a la vereda a sacudir las migas de la merienda y se van, dobladas en cuatro, a esperar la cena.
***
El sol cae en picada y se destroza entre los edificios.
En lo alto un rectángulo de luz dibuja una silueta obesa que decide desinflarse y se arroja desde su infierno. Desaparece. Se lo olvida antes de llegar al suelo. Ya nadie lo llora. Cantinflas lo barre mientras silba una alegre canción mexicana.
En el mismo edificio un hombre llega cansado y sucio. Su mujer en la cama con una amiga; no sabe si enojarse, alegrarse, bañarse o quedarse como está y entrar en el juego.
Un ruido muy molesto me distrae. Una abeja enorme viene lejos. Una abeja gigante montada por un sujeto de aspecto chistoso. De cerca el sujeto se parece más a una mosca, una mosca montando una abeja. Como un reflejo mi mano tira de una piola que atraviesa la calle y la abeja se libra de su monta. El inspector de tránsito que esperaba en la esquina detiene el vehículo y lo multa, esta totalmente prohibido que las motos circulen sin conductor.
***
A lo casi lejos, media cuadra, una procesión. Dos diminutas filas, rosado y celeste. A la cabeza una mujer gorda y retacona de túnica blanca. Al final una pequeñísima pareja, rosado y celeste, en cuchicheo constante tomados de la mano. Él, pelo muy corto y ella, dos largas trenzas. Esperan que el semáforo les de paso. La gorda ordena andar ligero y mantener filas, atraviesan la calle y la pareja crece unos centímetros, se nota sólo apenas en el cambio de sus cortes de pelo; sus manos no se sueltan. La procesión continúa su paso casi militar. Entran al museo con caras largas, todos salvo la pequeña pareja que aún no se enteró de a dónde están ingresando y quizás nunca se entere.
Salen. En algunos rostros se nota un cambio, hay quienes se sorprendieron y divirtieron dentro del museo y quienes apenas coordinan el caminar con el bostezar. Sin soltarse de la mano la parejita del final ya dejó sus colores rosa y celeste y los cambiaron por la túnica blanca. Salen y avanzan hacia la derecha. El cine ofrece una función de dibujos animados. Las filas se desordenan salvo los salvados del final, siempre de la mano.
Salida. La gorda intenta ordenar el alboroto. Celestes a la izquierda, rosadas a la derecha. Nada dice de los liceales del final, los de las manos, los del cuchicheo constante.
Antes de llegar a la esquina los espera un señor regordete, de anteojos culo de botella, de cara babeante ante las enormes tetas de la gorda retacona. Tartamudea la historia del busto que da nombre a la calle que transitan. El héroe nacional ha dado sus frutos y el regordete tendrá por fin su aventura con una maestra. Al final de la fila el joven rasta suelta un instante la mano de su compañera para armar un tabaco.
En la otra esquina desfile por fecha patria. Pabellones nacionales abren paso a representaciones de tiempos gauchos. El héroe del busto se multiplica por cientos y cabalga calles sin adoquines, sus gauchos apuntan lanzas al sol de primavera. El señor regordete y la gorda retacona se desentienden de los infantes y aplauden excitados. Al final de la fila un hombre joven con un celular en cada mano mantiene conversaciones de negocios. Su mujer sostiene un niño en cada brazo.
Termina el desfile. La procesión cruza la calle. La gorda y el regordete abren filas, la mujer con los dos niños en los brazos la cierra. El hombre de los celulares da la vuelta y discute con el cielo. Pasa a mi lado. Me ve sentado junto al árbol y da un rodeo. Arroja uno de los celulares al piso que rebota y cae transformado en un autito que una niña de largas trenzas recoge y regala a su compañerito que no le suelta la mano. Cierro los ojos, espero que el cuchicheo constante se aleje lo suficiente; no quiero continuar la historia…
Ernesto Petrini