1


pasadizo y bajo tierra están sin otra misión — aquellas flechas no vagan por el aire con su temblor de segura muerte — quietas ahora sobre la tierra que es el arriba o de pie en las paredes arrinconadas de los pasadizos — esperan al amo — quien blandiendo su espina suelte toda la furia — no me crean — todo esto es una vulgar mentira — los aires no hay aquí para nadie — en otro momento quizás — pero no ahora — cavernoso este sitio se las ingenia para aplastar toda intención de furia — yacen en racimos — las manos fláccidas a un lado y otro del cuerpo — no tiemblan ni se tensan — se dejan estar en una blandura malsana y opiácea — las voces de los primeros tiempos continúan rebotando sin fuerza en los corredores — hay barro y roedores que acaban de ser descubiertos — válgame dios si éste no es el infierno — alejada toda voluntad de crucifixión — invadidos los cuerpos por costras vivas que les dan sin paradoja alguna una capacidad de acción que jamás soñaron



2


escarban en la tierra helada — una potencia que desconocen mueve sus brazos — animales sin linaje buscando la salvación más abajo — las miradas incrustadas en la nada oscura que les presenta su propia acción salvaje — hienden — bajo la piel del rostro no se percibe alma ninguna — el cristal de sus ojos es impermeable a todo gesto — cada tanto alguno lleva a la boca un puñado de tierra — la sal y el agua que esconde esa masa que separan para llegar al fondo es una atracción prácticamente irresistible — van transformándose a medida que se entierran en los huecos que abren — enfrentarse a la oscuridad es un desafío más leve que lo real de esa luz mezquina que abandonan — luz al fin — sierpes — perderse es encontrarse en esta ciénaga cubierta de nieve a veces — de vegetación informe — el lodazal es la puerta de entrada — y sus corazones vibran ante la latente posibilidad de alejarse para siempre de lo más temido — una superficie hostil — una cavernosa posibilidad de encontrar el fuego — deberán atravesar ríos de corrientes más feroces que un hambriento enjambre de agujas de hielo



3


qué clases de engendros irán a su encuentro —



4


sueltan las esporas de los hongos — único alimento — en sus propios cuerpos costrosos de oscuridad nacen y es la noche



5


sólo los guardianes que en las bocas de entrada han quedado — los hombres y mujeres más feroces — sólo ellos se permiten la mezquina luz de la superficie — están armados con maquinarias habladoras — convincentes — ni musarañas — ni ratones — ni ratas — ni castores — ni marmotas — ni topos — ni liebres — ni conejos — ni comadrejas: mykuré kuéra — ningún roedor debe pasar las máquinas — sus cuerpos son molidos y consumidos por la voracidad de los guardias — los vagabundos del infierno de la luz mueren cerca de las bocas de entrada — sus miradas perplejas ante la imposibilidad — vencidos de antemano



(fragmentos del libro inédito Del infierno y los roedores)



Jorge Montesino

No hay comentarios: