¡Oh amada mía!, ¿es el reflejo de tus ojos la viva reconstrucción póstuma de tu epitafio? ¿Acaso el sereno invernal se privaría de abrazar la fría roca con su manto? -reflejo de tu alma-. ¡Ah! Tus ojos impostores, una vez terratenientes ajenos al mal y ahora infectos parásitos amorosos. Esa mirada esmeralda me recuerda a una quimérica medusa -cruel-, ojos bosquesinos les llamaba yo, ese bosque donde en sus senderos mi esperanza se perdió tantas veces (cuan idiota). Tus petulantes fantasías de amor, tus eternos traumas y complejos que en la sangre de este servidor supiste inocular. ¿Alguna vez realmente deseaste redención? ¿O fue acaso tu viciosa adicción a la teatralidad y a la búsqueda de una ovación sentimental? Siempre tuviste un don, sabias germinar el dolor sin duda pero solo hasta esa instancia (afortunadamente) ya que a pesar de presumir una luciferina maldad inherente no eras mas que una delicada muñeca de porcelana -resquebrajada-. Debí creerme Frankeinstein (Dr.) para querer coser nuestras almas -experimento fallido de monstruosos resultados-. Tú y tú exuberante caminar trae a mi mente la proyección de tu sombra la que en algún momento -pienso yo- han de haber intercambiado lugares, ya que no eres mas que la sombra de una sombra de lo que solías ser. Hoy sé, yaces vacía aunque lo enmascares con fantasías; como un árbol caído que sin raíces no se nutre ¡como un árbol caído que sin raíces no se nutre y se pudre! Nuestro dizque romance evoca al ajenjo y el hachís, la Artemisa amarga y el polen, la adicción a tu morfinomano cuerpo y la embriaguez de tus ponzoñosos besos farisaicos. La verborrea romántica vomitiva que vertías en mis oídos como rutina hipócrita de tu esplín bulle hasta el día de hoy mis vísceras. Es tu vientre el que hoy desprecio, eran tus egos las celestinas que abogaban por el placer, ¡paupérrimo intento de mujer!. Siquiera cortesana mas bien una vulgar fulana, tu alma vale peniques, lasciva fruslería. Mesalina impertinente y fútil, nunca obtendrás mi amnistía. ¡Pero miradme! aun eres musa para mi pluma que lacerante se desliza sobre el papel para criticarte y hacerte fenecer -poeticamente-. Ya no llevo el velo enceguecedor del amor, esa mera ilusión. Ya no te quiero, ya no tienes perdón, solías tejer en ondulantes movimientos de pasión fingida, toda tu hipocresía ¡eras mi actriz favorita!, entre sabanas desfasadas tus lánguidos labios bebían mi simiente ¡oh tus ojos, como mienten!
Christian Ferreira
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Hace 5 minutos
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