Hay poetas, poetas...

Todo en esa sociedad asimoviana había sido ya pasado a la órbita de las máquinas. La administración pública, incluidas la educación y la cobertura sanitaria eran asuntos manejados por computadores adamantinos e incorruptibles. Sin embargo, no todo andaba bien. Los encargados de las máquinas se veían abrumados con el dato repetido e insistente de la existencia y reproducción de los poetas, subclase humana que, como bien se sabe, amén de constar de individuos atormentados, revela fallas de las sociedades. Algo andaba mal.

Se propusieron solucionar el problema mediante la creación de computadoras capaces de generar poesía. Las unidades Noam 1, 2 y 3 fueron alimentadas con recopilaciones minuciosas de toda la poesía mundial y programadas para producir metáforas en serie.

El logro de las Noam fue hacer que el pueblo amara a los poetas de carne y hueso más que nunca, lo cual no hacía más que agravar el problema. La solución alternativa de las máquinas fue sustituir a los anteriores encargados por vates. Las designaciones no carecieron de pompa ni de efectividad. Los bardos, al tener poder por vez primera, se corrompieron.

Luego de la desaparición de los hombres íntegros, las incorruptibles máquinas gobernaron sin oposición ni tino.


Fernández de Palleja

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