El acto III

El abrazo mutuo nos
obliga a besar el áspero suelo.
Y el tiempo nos devora.
Tu voz , mas que estridente
me lleva al silencio muerto.
Beso tus párpados resecos
con la misma dulzura
que un niño acaricia la carne
inanimada de una rata en el asfalto.
Y el tiempo nos devora.
Rozo tus dedos
con mi lengua.
Pesada la vista,
anula tu mirada.
Mi pierna en tu regazo,
ya envuelta en moretones,
indecisa,
busca entrar.
Y el tiempo nos devoró.
Augusto Coronel

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