Hijo soy de tu salado calor
de yoísmo rojo
y de las espermas gotas de tus
llantos verdes
que
caen
desnudas
sobre el canto quebrado y nimio de mi ego
y de la carne de sulfito
y alambre.
Los presos me salvaron la cordura
y del aire de metal ácido que respiro
en las cenas blancas
de caricia y veloz existencia,
mojando el paño
sobre la frente árida de los tres puntos
cardinales,
y el quieto silencio de su presencia
es el fin.
Augusto Coronel
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Hace 2 horas
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