Las bodas con el lenguaje

Una treintena de entrevistas con una de las grandes poetas uruguayas, en un solo volumen

Ni el "yo es otro" de Arthur Rimbaud ni la "vaporización" del sujeto de Stéphane Mallarmé, que abría el camino a la disyunción entre vida y poesía; ni siquiera aquella declaración del poeta Juan Laurentino Ortiz: "Soy un hombre sin biografía, en el sentido en que esta generalmente se considera", para que el sujeto biográfico se constituyera en el mito Juanele. Marosa di Giorgio (1932-2004), en cambio, declaró una y otra vez, refiriéndose a toda su obra poética: "Yo soy Los papeles salvajes" y también: "La vida del escritor no interesa a la gente". Es una declaración de principios, creada para que el poema se sostenga como una experiencia plena donde no hay restos biográficos, a menos que esos restos sean el contenido de una fábula ardiente en lo real.

Eso se lee en las treinta y dos entrevistas realizadas de 1973 a 2004 a la gran poeta uruguaya, compiladas por Nidia di Giorgio y elegidas por Edgardo Russo para No develarás el misterio, volumen al cuidado de Osvaldo Aguirre. Y ese misterio consiste en afirmar en la existencia aquello que sostiene el poema como metamorfosis del yo: "Esa transformación, esa metamorfosis mía, que era lka lechuza y la niña. Volaba por el cielo y, de pronto, estaba sentada otra vez en la sala. Mamá lo sabía y se lo callaba", dice Marosa, mientras deposita en la madre -la "poeta que no escribe", aquella Clementina Médici, a la que rodeó de diamelas en su

poema- el origen y la custodia de su vocación. Y de inmediato desafía a su entrevistadora: "¿Vos no creés que yo volaba?". Ese contraste con la verosimilitud y la creencia recorre todos los diálogos, que a menudo confrontan con el enunciado del sentido común por parte de quienes la entrevistan, como si la declaración quebrara la racionalidad para responder a otra lógica. Cuando le preguntan: "¿No tenés miedo de que el lector vaya creyendo que estás loca mientras está leyendo todo esto?", Marosa responde con su astuta inocencia: "No, porque vos seguís preguntando. A menos que seamos dos. Pero pienso que locura y cordura están ensamblados".

Como observa Aguirre en su imprescindible prólogo, que resume los aspectos centrales de estos reportajes, "la biografía transfigurada reinstala la ensoñación." Los motivos de los cuales habla Marosa en los diálogos son similares a los de su poesía: otra vez surge el ámbito rural de las colonias italianas de Salto, donde nació, y su sentido de lo sagrado, de imaginería católica; otra vez la observación alucinatoria del mundo vegetal y animal y la fascinación de sus nombres; otra vez la presencia tutelar de los ancestros -el padre, la madre, la hermana, los abuelos, las tías- y los orígenes

toscanos; otra vez la infancia como reino originario que persiste en el tiempo, mutable e intocado. Y otra vez ese erotismo pánico, de connubios incesantes, de éxtasis sexuales, furias tamizadas y cópulas extrañas, entre seres que son signos, que son señales, que son piedras imanes de raras analogías, donde "los nombres de las gemas son más gema, resplandor". Pero esa visibilidad del mundo de Marosa aquí se singulariza y pasa al crédito de una persona poética que genera un efecto doble: vuelve verosímil ese ensueño, como si fuera vivido con la fuerza material de su presencia y, a la vez, relativiza el mundo en un doble poético, "otro mundo", como si lo imaginario fuera el plano real de su fundamento.

Menos que la vida de Marosa, el lector reconstruye su sentido, que parece, paradójicamente, múltiple, variadísimo, incesante, en una existencia donde los sucesos simulan haber acontecido con ligereza o ínfima importancia fuera de los episodios infantiles, fundantes, en la zona agraria de Salto y en un jardín, donde aun los acontecimientos históricos adquieren un fulgor de pesadilla. El mundo de la poeta uruguaya es entonces, como ella lo llama, el transmundo, aquello que el poema revela y a la vez protege, o donde ese plano aparece como transfiguración en el lenguaje. Y ese punto es otro de los grandes temas de este libro: la escritura poética y el modo en el cual lo experimentado alcanza su aura. "La cuestión es con el lenguaje -dice Marosa-. Todo se realiza en el lenguaje. Y lo demás es cuento. Mejor dicho, es nada. La boda es con el lenguaje." Así el lector comprende que este libro también forma parte de la extraordinaria poesía de Marosa di Giorgio, donde la persona poética no es menos irreal ni menos verdadera que la persona que dice de sí misma: "Es Marosa, es mi alma andando y andando como sin fin, encandilada".


Jorge Monteleone

No develarás el misterio
Por Marosa di Giorgio

El Cuenco de Plata

168 páginas


Publicado por: adn cultura (http://www.lanacion.com.ar)

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