Hablando sobre el tiempo

Ahora, que ya sé a qué lugar llevaba el camino iniciado, siento la incomodidad propia del sendero pedregoso y la comodidad de conocerlo. A su vez, conocer es, al mismo tiempo, un dolor y un analgésico. Una vez más, lo dicho me lleva a considerar posibilidades: ¿quién dijo que hay un solo tiempo? Quizá sean dos tiempos que chocan en el preciso instante en que yo emito y usted recibe, que son dos y el mismo. Y un instante, siendo una fracción del infinito, y considerando que puede ser al menos dos cosas al mismo tiempo (que no es el mismo) es el infinito. Esta afirmación liquida la teoría de los dos tiempos, que serían inabarcables y, por lo tanto, pertenecientes a una sola categoría abarcadora. Con palabras simples: el tiempo es uno solo y es miles. No existe ya que no se puede definir, pero decir “no existe” significa considerar los conceptos de negación y existencia. La implicancia, compleja, es simple: sabemos de la existencia que no existe. En suma (no olvidar que sumamos inexistencias): podrá usted extraer conclusiones. Dijo Segovia, el bolichero de la esquina, que siempre buscaba conversación hablando del tiempo.


Fernández de Palleja

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