Presentación de Pabellón Patrio de Luis Pereira, 20 de Agosto.
La noche se vistió a tono para la ocasión. Renegridas nubes sudaron con retraso el calor de días anteriores.
Un pequeño restorán coqueto tuvo en una sola mesa la capatacía cultural que como pocas veces acompañaba a la cultura. Lentamente la tormenta fue descolgando gentes que ingresaban al local sacudiendo el frío de las ropas. Las sillas fueron colmándose sin ruido. Al segundo vaso de cerveza el lugar estaba repleto; intendente, periodistas, el escritor más vendido, el premiado, los impublicables, músicos éditos e inéditos, libreros, parejas, hijos, público en general.
Las primeras palabras anunciaron la ausencia del anunciado. El pianista Andrés Bedó no formaría parte de la presentación. Un compromiso asumido sobre otro compromiso y la ecuación no daba; como prueba irrefutable constaba la muda soledad del piano. Sufría este cronista, que había ido a escuchar música.
El poeta desenfundó al mástil de su pasado y se presentó con añejos poemas. (En un rincón un pequeño vate disidente manifestaba a favor de un verso concreto y fecal). Luego de tener bien aferrado el mástil, Pereira desplegó su pabellón, que fue no otra cosa que una lectura corrida con breves cortes para las dedicatorias, que daban paso nuevamente a la indispensable voz física con que, además de la voz lírica, fue pintando de colores su letrada patria.
Jorge Malabia.
La noche se vistió a tono para la ocasión. Renegridas nubes sudaron con retraso el calor de días anteriores.
Un pequeño restorán coqueto tuvo en una sola mesa la capatacía cultural que como pocas veces acompañaba a la cultura. Lentamente la tormenta fue descolgando gentes que ingresaban al local sacudiendo el frío de las ropas. Las sillas fueron colmándose sin ruido. Al segundo vaso de cerveza el lugar estaba repleto; intendente, periodistas, el escritor más vendido, el premiado, los impublicables, músicos éditos e inéditos, libreros, parejas, hijos, público en general.
Las primeras palabras anunciaron la ausencia del anunciado. El pianista Andrés Bedó no formaría parte de la presentación. Un compromiso asumido sobre otro compromiso y la ecuación no daba; como prueba irrefutable constaba la muda soledad del piano. Sufría este cronista, que había ido a escuchar música.
El poeta desenfundó al mástil de su pasado y se presentó con añejos poemas. (En un rincón un pequeño vate disidente manifestaba a favor de un verso concreto y fecal). Luego de tener bien aferrado el mástil, Pereira desplegó su pabellón, que fue no otra cosa que una lectura corrida con breves cortes para las dedicatorias, que daban paso nuevamente a la indispensable voz física con que, además de la voz lírica, fue pintando de colores su letrada patria.
Jorge Malabia.
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