Pienso en mi padre:
cuarenta años visitando la misma peluquería,
retomando las cosas, su callado ritual.
Ese hombre golpea siempre en el mismo sitio:
trabaja para tener las manos limpias,
escribe el largo poema de su reincidencia.
Otra vez, mi padre.
Confiándole su vida a un desconocido,
cortándose el pelo:
hay dos tijeras que silencian muchedumbres a cada susurro;
dos filos parecidos a dos riesgos cualquiera.
Y una inocencia reflejada en el espejo.
Una inocencia de humano abatido:
casi una resignación.
También un peluquero, hace cuarenta años,
viene escribiendo el mismo poema.
Allí se marcha mi padre. Está vivo una vez más.
Cierra la puerta a espaldas de una fatiga de tijeras
y de un hombre de manos limpias que barre los cabellos
de los hombres.

Ignacio Di Tullio

5 comentarios:

Fabián Muniz dijo...

Me hizo acordar mucho a "El hombre que nunca estuvo allí" de los Coen... No sé si la viste, Nacho.

Saludos!!!
A.A

Revista Ricardo Reis dijo...

¿Era para mí o para él? Archi: mande.

Fabián Muniz dijo...

Para Nacho di Tullio, porque fue su poema lo que me remembró la peli...

Abrazo!!!
A.A

Nacho dijo...

Gracias Nacho, por la publicación y archi por el comentario. Tiene algo de lo que decís, claro.
Nos vemos en el encuentro de escrituras. Viajo para allá en septiembre.
Un abrazo,
NACHO

Unknown dijo...

Nos veremos. Abrazo.