Pienso en mi padre:
cuarenta años visitando la misma peluquería,
retomando las cosas, su callado ritual.
Ese hombre golpea siempre en el mismo sitio:
trabaja para tener las manos limpias,
escribe el largo poema de su reincidencia.
Otra vez, mi padre.
Confiándole su vida a un desconocido,
cortándose el pelo:
hay dos tijeras que silencian muchedumbres a cada susurro;
dos filos parecidos a dos riesgos cualquiera.
Y una inocencia reflejada en el espejo.
Una inocencia de humano abatido:
casi una resignación.
También un peluquero, hace cuarenta años,
viene escribiendo el mismo poema.
Allí se marcha mi padre. Está vivo una vez más.
Cierra la puerta a espaldas de una fatiga de tijeras
y de un hombre de manos limpias que barre los cabellos
de los hombres.
Ignacio Di Tullio
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Hace 32 minutos
5 comentarios:
Me hizo acordar mucho a "El hombre que nunca estuvo allí" de los Coen... No sé si la viste, Nacho.
Saludos!!!
A.A
¿Era para mí o para él? Archi: mande.
Para Nacho di Tullio, porque fue su poema lo que me remembró la peli...
Abrazo!!!
A.A
Gracias Nacho, por la publicación y archi por el comentario. Tiene algo de lo que decís, claro.
Nos vemos en el encuentro de escrituras. Viajo para allá en septiembre.
Un abrazo,
NACHO
Nos veremos. Abrazo.
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